CRONICA DE
UN VIAJE SENTIMENTAL
eso me volvió loca
dije y le pregunté
qué pasaría
si yo lo hiciera
me volvería loco
contestó
para volverse loco
hace falta tener
una estatura
Me
enteré que soy barquera y que éso, es un honor para pocos. Hoy me toca abrirle
el portal al dolor para que se convierta en aventura.
Tanta
es la ansiedad que tengo por este viaje que creí que salía a las 7 cuando en
realidad era a las 7.30. Me levanté a las 5 de la mañana!!!
Pienso
que es 20 de diciembre y yo no estoy donde debiera.
Si
escribo me pierdo el paisaje, pero no puedo dejar de recordar cuando mamá veía
a la distancia las pequeñas luces y decía, esa es la ruta que va a Chile. Yo le
decía que no y porfiábamos. Como muchas veces ella tenía razón.
El
lago es interminable,, también la retama y hay unas varas violetas que no son
lavandas.. Ahora el lago se ve desde mi lado, no se que voltereta hicimos en
tiempo y espacio o nos cambiamos a una realidad paralela, algo sucedió. Hay
arbustos espinos, todo me dice, igual que las personas: no lo recuerdes, no le
escribas, está muerto y yo me compro las galletas que él comia para tenerlo
aunque sea en esas cosas pequeñas.. No puedo decir que efectivamente (aunque
duela el adverbio en todos
los sentidos posibles) se haya muerto, o si, sólo que no lo vi en la mortaja,
aunque hay mortajas que no se necesitan ver, están. Cuando llegue a Chile voy a
tener que comprarme lentes con mayor graduación, éstos ya no me sirven, no
alcanzo a ver las letras, no se quedan quietas y están mojadas.
debo
reconstruir
mi alma y
mi cuerpo
sobre
palafitos
nunca más
voy a dejarme
a merced
de una inundación cualquiera (*)
En un
momento del viaje, se me cayó el lápiz con el que hago marcas en el libro que
estoy leyendo. Sentí como si se me hubiera perdido algo fundamental. Quizás sea
por alguna razón, un objeto querido, un objeto traído de otros viajes,no pude
encontrarlo, lo busqué por todos lados, todos los pasajeros del ómnibus daban
vuelta sus pertenencias, escudrñaban debajo de sus asientos y nada, del lápiz
ni noticias.. Una señora chilena, pequeñita como una verruga saliendo del piso,
dijo, es que ya las brujas empezaron a actuar, basta que se las invoque (yo
había preguntado por las leyendas y las meigas) para que ellas vengan a hacerse
notar con alguna desaparición. Qué pena me dio esa pérdida, pero no fue nada al
lado de todas las otras pérdidas.
Fuimos por un camino de cornisa, se
notaba que estábamos entrando en la cordillera, me había ensuciado la manga de
la campera con chocolate, siempre necesito el chocolate para mimarme, aunque
sea ese ordinario de máquina a la que hay que ponerle la moneda. Pasamos por el
río Pereira con i pero igual me acordé de Paula, de Clara, de Roxi, las
extraño, ellas me consolarían, cada una con su forma. Las runas me dijeron que
es un tiempo de cambio, aunque en la primera, cuando hice la pregunta del amor,
las letras de las profecías estaban borroneadas. No se puede confiar en los
borrones, aunque sería bueno hacer borrón y cuenta nueva. Por eso digo que las
matemáticas son necesarias hasta para el amor. Dos más dos y fin de la historia,
aunque si nos metemos en la lógica, en la filosofía y en la física cuántica
todo deja de ser lo que es y aparecen otros mundos, otros órdenes personales,
hasta otros órdenes mundiales.
Y eso me recordó que fue 20 de
diciembre y yo estaba cruzando la cordillera mientras otros congéneres cruzaban
otras cordilleras y tal vez triunfaran, porque no se puede entregar tan
fácilmente una bandera por la que se viene uno jugando el pellejo toda la vida
Hoy toca Frutillar, pueblo mágico, otros dicen en
chile que sólo tiene una iglesia rara. Hago como que en Argentina no pasa nada
, apago la radio que me trae noticias de que se han cargado el congreso. En la
verdadera democracia ¿habría congreso? Pregunta para el primer día del año en
el paraíso de María. No está Pablo pero estará Olga. Digresión aparte, en el
aquí y ahora sigo con la bitácora, aproveché la abundancia del desayuno y me
hice unos sandwiches que llevo en la bolsa del monoprix, (me encantan las
bolsas del monoprix, me traje varias del último viaje) también tengo un trozo
de torta que compré anoche en el comedor del hotel, quería una ensalada de
frutas pero lo único frutal que había era un masacote con frutos rojos arriba.
La dejé casi toda, y ahora la llevo para tirarla en un cesto de Frutillar o de
puerto Varas. Como digo me encanta tomar ventaja de la abundancia de los
desayunos de hotel. Una vez en Venecia la dueña del hotel me dijo que eso no se
hacía.¡Qué papelón! Igual lo hice, no hay nada más divertido que la
transgresión inocente, no le robas a nadie, estás posponiendo la ingesta de lo
que tenés pagado.
Me miré
muchas veces al espejo antes de salir, la reikista me dijo que soy hermosa y
que tenía que repetirlo que me lo creyera porque es verdad, y así lo estoy
haciendo. Bella por dentro, pero me miro y digo, también por fuera, caramba!
Las fotos no me hacen justicia.
Chile
tiene un verdor intenso, verdor de lluvia y mar cercano verdor de nieve.
La vpower
cuesta 1372.
Frutillar,
es una colonia alemana por eso tiene una iglesia luterana y los descendientes
son quinta generación. Tiene feria y un teatro hermoso hecho de madera de haya.
No llegué a tiempo para la visita guiada pero quizás algún día vuelva por acá.
No sé, nadie sabe, eso es lo que me dijo el quinta generación que me sacó la
foto del muelle y me invitó a quedarme a vivir con él. Un romántico, a todas
las turistas les debe decir lo mismo para que le inviten el café. Yo le dije
que como no soy ultra feminista me gusta que pague el hombre, a menos que esté
con un amigo, entonces puedo pagar yo. Si me está seduciendo, paga el hombre el
café. Dudó un poco y le dijo a la dueña, "lo de la señorita va por mi
cuenta".
Era un
seductor, muy joven para mi gusto.
Vine a Chile porque él me habló de la
isla, del barco, de los hechizos, me dijo que el Caleuche había querido
llevarse a su madre cuando era jovencita. Me contó historias que nunca le había
contado a nadie. Que la madre lo abandonó para irse con otro hombre de más
dinero.
Que lo crió una madrastra tan fea
como la de los cuentos. Su vida de pequeño, no supo de juegos pero sí de piso
de tierra y baño afuera.
Me conmovió.
Ahora pienso que debe haber sido puro
cuento pero ya no está para verificarlo. No le puedo preguntar porque su boca
no contesta más preguntas, no fuma más habanos y no habla de física cuántica.
No vive, y si lo hiciera, debe ser en
otra línea de tiempo donde no nos cruzamos, donde nunca más nos veremos.
Los
viajes en avión a Bariloche me lastiman las manos., es como una alergia a las alturas
que siempre me dieron vértigo y ahora se la desquita destrozándome la piel. Un
tajo profundo en el pulgar derecho me recuerda a Susana, toda esta movida de
viajes cortos empezó con su enfermedad. Ella me hizo barquera, me dio el honor
pero no lo supe hasta hace poco. Gustavo dijo :qué ovarios tenés, ya lo sabía
él, por eso no deja de quererme, aún cuando nos peleamos como chicos. Creo que en el fondo me queda resentimiento, debe ser
hacia mí por no haber visto lo que se venía. Pero eso es tan pasado que parece
que no hubiera ocurrido o quizás sigue ocurriendo en otra dimensión. Quien
conoce el tiempo, cómo saber si éste es el presente, quizás es el pasado que no
nos alcanza nunca, y qué es el nunca sino un siempre a la inversa.
El
viaje sigue, el llanto dura menos cada noche. A medida que voy acercándome a
las leyendas parece que el Chile me acaricia. Me consuela. La fantasía se pone
a tono con las mares que a veces son, y otras, sólo lagos. Hace frío, no he
bajado a las playas para comprobar la salinidad. Creo que no voy a mojarme los
pies en este mar, porque no voy a volver. Cuando llegué a Capri lo primero que
hice fue mojarme los pies en el Tirreno. Entré a la gruta azul sola, pensando
en un amor que imaginaba,
no sabía que estábamos haciendo el mismo recorrido y que tiempo después nos
conoceríamos. Incluso estuvimos en la misma casa visitando a la misma gente.
Caminando los mismos senderos del castillo de Alicante. Después fueron unos
besos tímidos y el hecho de que nuestra prole se conociera de otras latitudes
no dejó otro espacio. La longitud de la vida no permite darse lujos de pudores.
Eso aprendí de la experiencia.
Pensaba
que una andanada de balas de palabras me había dado por muerta. Que sólo
mantenía los ojos abiertos por conservar el aliento final, ese que sale cuando
alguien se inclina para besar la frente fría y apoya la mano en el pecho del
muerto, como al descuido.
Recordaba
cuando mamá se inclinó sobre papá recién acabado por el infarto masivo y yo
escuché como exhalaba, con esperanza de que hubiera más, el aire que todavía
quedaba en él como un último intento de respiración.
Como
dije, pensaba que la isla me cerraría los ojos. El amor me había matado, el
desamor, para ser justa.
Me había
dicho que "pase lo que pase" me traería a esta tierra, otra falacia
más, otra bala.
No
contaba, seguro, por no creer en la magia, que en las islas, las municiones de
dolor, vuelven al lugar de origen.
La isla es un paraíso y yo no tengo
café.
A la noche me acosté casi vestida,
tapada por un edredón que me devolvió el calor de la tarde. Llené de
almohadones la otra parte de la cama. Las islas no son para andar sola, cuando
vuelva, voy a venir con un amor para abrazarnos fuerte. También, hubiera sido
prudente, aceptar que prendieran la salamandra. No me atreví a hacerlo yo, por
temor a quemarme la cara como uno de los villanos de la película de Batman que
ví anoche.
Ni bien llegué los duendes empezaron
a hacerse notar. En un descuido me sacaron una prenda de abrigo que traía
anudada en la mochila. La busqué por toda la cabaña y no está.
Ellos intuyen que tengo curiosidad
por conocer las historias.
René, un hombre que venía en la
barcaza, me contó que a sus dieciséis había visto desde el barco, una figura
humana desplazarse a media altura de los árboles de la costa, iba sentada sobre
una bola incandescente. La madre, le dijo que no debía contarlo nunca, supongo
que ahí debe haber sido que el duende se llevó la prenda. Un castigo por estar
escuchando cosas prohibidas.
La isla con sus palafitos y la gente
parca, se va fundiendo entre la niebla y el mar como si hubiera sido una
leyenda de las tantas que hay en el archipiélago.
La mitología fue la forma que
tuvieron los habitantes de disfrazar la violencia contra la mujer, el incesto y
las violaciones, las hierbas alucinógenas completaban el cuadro.
Los más viejos no quieren recordarlo,
los jóvenes ya no escucharon los cuentos de boca de sus padres.
Las generaciones digitales tienen el
dios del consumo como en todo el mundo y si hay disimulo se conjuga en tanto
tienes, tanto eres. .
Me voy sin las leyendas que vine a
buscar pero hice mis llantos profundos en el camino a los miradores. Tomé te de
menta en una casa con gente buena que me abrazó.
No sé si me sirvió para dejar en la
isla el amor fallido, me iré dando cuenta con el paso del tiempo.
La razón
entra a jugar
contra la ilusión
y el deseo
la pregunta busca
lo que no existe
¿qué hago acá?
mi respiración
se vuelve lenta
extracorpórea.
En la mitología chilota el Trauco
está representado por la figura de un hombre ancho y bajo, imagino que lampiño
aunque en la cabeza tenía abundante pelo, que de cortárselo, debería haber
sido, al rape.
El personaje buscaba mujeres de toda
clase las seducía, las enamoraba y tenía sexo compulsivo e indiscriminado.
Es probable que el hombre padeciera
de alguna disfunción sexual, prostatitis, anorgasmia, eyaculación retardada u
orgasmo seco. Eso en lo referente a él.
Lo extraño era que las mujeres
cayeran en su madeja retorcida, no se sabe aún si las convencía con su voz
profunda, o porque las invitaba a navegar en el Caleuche, un barco plagado de
manjares y música envolvente, libaciones y las ya mentadas hierbas
alucinógenas, cigarros de exquisito tabaco, en fin, cosa hoy impensable en
tiempos de mujeres empoderadas.
No quise dejar el libro, tenía que
ser algo simbólico, el libro excedía la categoría. Dejé las espantosas galletas
que algún tiempo atrás, yo también consumía. De esas deben haber sido los
restos que le quedaban entre los dientes durante toda la mañana. Al principio
me daba rechazo la boca sin lavar, pero después me fui acostumbrando. Al tiempo
le compré un cepillo de dientes. A buen entendedor, y lo era. Me pareció raro
teniendo un pariente dentista que no lo advirtiera. Después me dí cuenta de que
esa dejadez era parte de una profunda depresión y de la falta de mujer.
Yo no estaba en posición de
comprender, quería que me comprendieran. Momento egoísta de la vida.
Cuando decidí no verlo más, ni
siquiera lo llamé por teléfono. Un acto de crueldad innecesario, eso no se
hace, me dije después de que le escribí un mensaje sin una pizca de piedad por
lo que podría haber sido un sentimiento.
Me arrepentí, pero para mi sorpresa,
él ya estaba mostrándole su poderío ovino a otra persona con la que tenía más
afinidad ideológica.
Esto de ser trotskista lo hace más
difícil a la hora del amor.
Durante un tiempo, tal vez, lo busque
entre la gente de algún aeropuerto, o en la escalera del centro comercial,
quizás hasta me atreva a ir con una excusa, al restorán al que él iba los
domingos, mientras, su cara se irá desdibujando y no serán reflejo sus fotos
porque son viejas, de antes del viaje. Las nuevas las borré de todos los
archivos. Un antes y un después, el final de las mañanas buenas, el comienzo de
algo que me sacó la paz.
Ya no se huelen ni glicinas ni café
en cápsulas, todo lo que que ofrecía para comer era poco saludable, como si
quisiera partir urgente, detrás de viejas culpas.
La Pincoya, otro de los personajes
mitológicos no era más que una de las mujeres que salía del mar, huyendo del
barco donde la sometian, no era sirena, sólo un envoltorio de algas con las que
tapaba su desnudez, cosa que no tuve posibilidad de hacer.
Ayer no escribí, hoy llego a duras
penas a cumplir con la cuartilla. Es el último día de un año que fue como una
montaña rusa, duro y vertiginoso.
Viajé empujada por los vientos de
Tarifa, fui bailaora en Cádiz y logré apretar para siempre el botón de la cama
pirañera.
Después hubo extrañitudes (si se me
permite el barbarismo) que no merecen ser contadas y ya fueron lloradas.
Al final, llegó el designio de
barquera que fue demasiado. A veces parece que una da más de lo que puede dar,
y el universo se confunde, o una se confunde. O no tiene la sabiduría de
fundirse, como hace el maestro, con el agua.
Quiero fundirme en el mar otra vez,
como cuando me gustaba, o en el sol, en los árboles, en el mat de yoga, en un amor
verdadero, en guayabas, en libros editados que me gusten y que no me de pudor
(*) La construcción de la vida
no debe ser sobre palafitos, siempre, siempre, sobre tierra firme. (Pelusa
Fernández)