domingo, 11 de septiembre de 2016

Un tipo con plata

Pateando todo lo que encontraba en el piso, el Chino recorría los dos kilómetros que había desde su casa hasta el complejo. Las zapatillas con el color apagado de tanta caminata. En la rotonda miraba para todos lados, el abuelo le decía que era muy peligroso. Los autos aparecían cuando menos los esperabas. No había semáforo. Iba todos los días, salía de la Villa y se metía en Costa Salguero. Los de la concesión le pagaban por las pelotas que caían detrás del alambrado. Después de entregar la cosecha del día, agarraba un palo, siempre alguien se olvidaba uno entre las mesas del bar.
Juntaba las pelotas que estaban cerca de las gateras antes de que pasaran con la aspiradora y le daba, una y otra vez.
Cada vez le pegaba mejor. Un día lo invitaron a jugar un torneo. Nunca había salido a la cancha. Se llevó todos los trofeos en su categoría, y salió revelación del club donde estaban jugando, un club de ricos, pero él en esa época no sabía que era un lugar cajetilla.
Un periodista quiso hacerle unas preguntas para una revista. No tenía ganas de contarles nada, pero el abuelo lo invitó a la casilla a tomar unos mates, y fue, o fueron, ése y otro, periodistas de dos revistas, la de golf, y una de deportes en general.
Siguió jugando cada vez mejor.  Lo hicieron socio honorario de Jurado y lo mandaron a la escuela.  Cuando cumplió los dieciocho pudo  aceptar la invitación para ir a jugar a Estados Unidos. También viajo a Europa. Ganaba todos los torneos. No paró de viajar, por Australia, por China. El golf lo llevó a un montón de países.

Nos conocimos en una de las patas de la Torre Eiffel, haciendo la cola para subir al ascensor. Yo me enamoré de entrada. Hablamos. Descubrimos que habíamos sido vecinos. De chico yo vivía con mis viejos en Libertador y Salguero y jugaba en San Andrés. En Buenos Aires no nos hubiéramos relacionado jamás. Hablamos mucho, yo hablaba mucho, él, lo justo. Desde ese día, no nos separamos. En una pareja siempre hay uno que ama más que el otro, en la nuestra el que dice te amo soy yo. Aún con toda plata que ganó, el Chino sigue siendo  parco.

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